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Labranza: 1000 años de alfarería y orfebrería en la Araucanía

En 2007, mientras se desarrollaban excavaciones para construir viviendas sociales, se produjo el hallazgo casual de vasijas y fragmentos de cerámica en la localidad de Labranza, distante a unos 10 kilómetros de Temuco.

El Museo Regional de la Araucanía coordinó el trabajo arqueológico para delimitar y caracterizar el área, el que dejó al descubierto la presencia de un cementerio y asentamiento doméstico de comunidades prehispánicas cercano a los 1000 años de antigüedad.

El sitio denominado "Villa José Muñoz Concha-1" (Villa JMC-1) fue adscrito al Complejo Cultural Pitrén, y permitió recuperar materiales culturales del período Alfarero Temprano en la región. Algunas de estas piezas fueron

  • Collares de cuentas hechos de cerámica, piedras y conchas de ostiones, además de aros de cobre, algunos de los cuales se asociaron a restos de material orgánico.
  • Vasijas de cerámica, una de las cuales fue depositada sobre un pequeño fogón como parte del rito funerario.
  • Dos pipas de cerámica con restos de Nicotiana y otras sustancias alcaloides. Aunque se conocía su presencia en la región centro-sur, pocas se habían asociado a cementerios Pitrén.
  • Un pequeño fragmento textil que permitió establecer el conocimiento de esta práctica mucho antes de la llegada de los españoles, además de aportar antecedentes sobre el posible proceso de domesticación de animales.

Otros cementerios similares respecto a la cantidad de tumbas y piezas alfareras se hallaron en la construcción del by pass Temuco (Ocampo, Mera y Rivas, 2003), y en Huimpil (Gordon, 1984), sin embargo no había registro de aros y textiles asociados al Complejo cultural Pitrén.

El hallazgo de estas piezas otorga central importancia a Labranza, pues abre interrogantes respecto a las implicancias sociales del uso de adornos personales, y del impacto que habría tenido el conocimiento y dominio metalúrgico en estos grupos (Mera, 2014).

La investigación realizada en el marco del Fondart Regional, fue liderada por los arqueólogos Rodrigo Mera y Doina Munita. El estudio reconoció cerca de 190 artefactos cerámicos y 130 piezas líticas, y permitió inferir los intercambios entre los grupos humanos que habitaron los valles de la actual Labranza, con otros emplazados en áreas costeras y cordilleranas.

La totalidad del material ingresó al Museo el 30 de julio de 2015, y comprende 658 piezas que incluyen semillas carbonizadas, fósiles continentales, y restos bioantropológicos. Hoy una parte de ella se exhibe en la muestra permanente, mientras que el resto se encuentra embalada en el depósito de colecciones bajo condiciones que garantizan su conservación.

El cementerio enterrado en Labranza

El sitio "Villa JMC-1" se emplaza en una terraza fluvial del estero Botrolhue desde donde se divisa el volcán Llaima por el este, y parte del cordón Ñielol hacia el noreste. Hasta hace unos años, existía en sus cercanías una pequeña laguna que se drenó en el proceso de construcción de las viviendas, y que se presume habría sido la fuente de recursos hídricos más cercana (Mera, 2014).

Dado que la constructora estaba en plena edificación, el cementerio tuvo que rescatarse mediante un salvataje.

Labranza es, hasta ahora, uno de los yacimientos que cuenta con el mayor número y registro bioantropológico para el período y la región: fue posible reconocer restos de 23 individuos, principalmente a partir de fragmentos dentales y óseos.

Gran parte de las vasijas cerámicas presentan diversas huellas de uso como rastros de hollín, astillamientos y erosiones en bordes, bases y asas, lo que permite establecer su función utilitaria en el ámbito doméstico. De ellas, un 80% corresponde a jarros y ollas, piezas vinculadas al transporte, almacenamiento, preparación y consumo de bebidas y alimentos.

En el caso de los instrumentos de piedra, se aprecian rastros de uso similar. Destaca la presencia de cepillos, raspadores, manos de moler, pulidores, torteras, herramientas de filo unifacial, percutores y cuchillos de diferentes materias primas procedentes del área cercana, del Ñielol y también de la cordillera.

Si bien se desconoce qué lengua hablaban estos grupos, a partir de los restos materiales y bioantropológicos provenientes del sitio "Villa JMC-1", es posible conocer mejor las tecnologías y formas de vida de estos primeros ceramistas de la zona centro-sur de Chile.

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